martes, 7 de diciembre de 2010

Spit On BPM en Rolling Stone Argentina (nota x Oscar Jalil, SIN EDITAR)


¿El regreso del casete?

En el desván de los objetos preciados, los casetes todavía permanecen como esa memoria tangible de los dorados ’80 y los primeros ‘90. Están perdidos en las habitaciones de la adolescencia, porque en los últimos 15 años casi nunca sobrevivieron a las mudanzas y terminaron en la casita de los viejos junto a las chucherías que resisten el olvido definitivo. Tal vez por eso no sorprende la noticia silenciosa que llega desde el norte bajo el anuncio de un regreso en plena bacanal de descargas gratuitas y vidas iPod: nuevas bandas influyentes como Dirty Projectors y Deerhunter editaron sus últimos trabajos en casete, Beck planea lanzar ediciones seudo piratas con nuevo material en cinta magnética y Thurston Moore, de Sonic Youth, no se cansa de repetir que él sólo escucha música en casete. Ninguno de estos datos puede inclinar la balanza hacia una resurrección de las carcasas plásticas, pero todavía queda mercado para el casete y de a poco el formato vetusto revela tantas razones de rescate como aspectos de índole afectivo, nostálgico y hasta de amable snobismo. A desempolvar la vieja casetera pioneer, el minicomponente o el amado walkman, y volver a descubrir que el soporte analógico gira lento como una rara invención capaz de frenar el tiempo.   

A escala mundial, el casete vivió su edad de oro en la década del ’80: en 1985 alcanzó al vinilo en números de ventas y poco a poco fue perdiendo peso. Queda como hito el C86, un compilado de rock emergente británico bajo la curaduría del semanario New Musical Express y el sello independiente Rough Trade, con nombres esenciales como Primal Scream, The Wedding Present, McCarthy y The Pasteles, entre otros. En 1992, la proliferación del CD eclipsó al casete y comenzó una lenta caída hasta llegar a 2003 cuando la mayoría de las discográficas multinacionales dejaron de fabricarlo. Siguió con vida dentro del mercado exiguo de la música experimental, el noise y el indie-rock más radicalizado. En esas coordenadas aparecen las señales de permanencia: bajos costos de producción y edición, diseño artesanal y algunas ventajas de sonido, salvan al casete de una muerte segura en plena era digital.

Me interesa la idea de escuchar en una calidad de audio olvidada, ni mejor ni peor a mi entender, de hecho es impresionante detectar la ganancia que tiene un casete ‘bien grabado’”, planta bandera el cantautor Aldo Benítez y dobla la apuesta como productor de un reciente compilado editado sólo en casete. “También me gusta retomar la idea de dos bloques que implica un casete, en general los límites entre track y track no están completamente definidos, salvo por silencio que puede haber entre composición y composición y me interesó jugar con ese formato”. Al frente del sello Spit On Bpm, Benítez acaba de editar Mujeres Planta Total: “El casete une proyectos de improvisación (Rock Set 2005) con proyectos de programación en laptop (Ismael Pinkler, Londres) como también temas de un solo instrumento (Robocopodenieve)”. Desde Morón y con un historial de proyectos inquietos que incluyen a Coiffeur, Dani Umpi y Marcelo Fabián, el chico que suele acompañarse con instrumentos de juguete trabaja desde su blog (http://spitonbpm.blogspot.com), la idea de “escupir en el tiempo”: “El concepto intenta ser una especie de chiste que retoma el título de un célebre libro del cineasta Andréi Tarkovsky que se llama ‘Esculpir en el tiempo’. La idea es una posible traducción del nombre del sello “Spit on BPM” que se relaciona con la idea de escapar a la rigidez del metrónomo en la música, confiar más en las rejillas liberadas, en el pulso humano no tan mediatizado”. De ahí a la edición de casetes hay un paso. “La idea de incomodidad y de necesidad de conseguir en muchos casos un equipo para poder escuchar el casete es absolutamente intencional”.

Al frente de Bradien, una pequeña orquesta de pop ambiental con residencia estable en Barcelona, el platense Matías Rossi acaba de lanzar Trimm, un casete compartido con los germanos de FS Blumm. El humilde objeto editado por el sello catalán Pobrebop es otra insignia para esta banda que encabezó el desembarco en Chicago del prestigioso Festival Sónar, reconocido desde hace  años como la muestra más importante de la música electrónica europea.
“Entiendo que hay una forma mas popular o dominante de apreciación de la música, desde la llegada de iPod nunca tuve necesidad de entender la mía con respecto a eso. Y a pesar de que estoy seguro que eso en algo me ha afectado -tengo iPod y descargo música-, creo que lo sigo combinando con las formas anteriores a esta (compro cds, cassettes, vinilos, grabo, cambio, pido prestado...). Al final lo que siempre siento es que todo se va sumando”, señala Matías y quita todo atisbo de adhesión militante a la causa del casete. “Hoy es posible encontrar más ediciones que hace un tiempo, pero nunca se dejo de publicar en casetes. En Estados Unidos, Finlandia, Japón o Sudáfrica siempre siguieron publicando en ese formato. Y me parece importante no olvidar esa información. Me interesa la idea de que los formatos se sumen y no soy muy partidario de que algo tenga la necesidad u obligación de reemplazar a lo anterior”. 

Entre los sellos caseteros se destacan Alku y Ozono Kids, la mayor ventaja sigue estando en los costos, fábricas en Alemania e Inglaterra ofrecen precios muy accesibles y diseños que mejoran en calidad e imaginación, sin embargo el casete mantiene su condición desechable y esa anomalía lo vuelve cercano, único, intransferible y un recurso posible: “por su propia naturaleza creo que siempre el casete plantea esa idea de pre-basura que me parece muy provocadora y sobre todo muy estimulante en el contexto actual de la música”, concluye Aldo Benítez.

Oscar Jalil, noviembre de 2010


Spit On BPM en Rolling Stone Argentina (nota x Oscar Jalil)